Familia y ruptura: la necesidad de proteger a los menores en tiempos de cambio

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La familia ha sido considerada históricamente como la unidad fundamental de la sociedad ya que facilita y propicia uno de los vínculos afectivos más sólidos y trascendentes. Considero que resulta esencial incrementar la conciencia social sobre los temas relacionados con la familia, incluso aunque el modelo tradicional haya experimentado importantes transformaciones en los últimos años.

A nivel internacional la familia es reconocida como una pieza imprescindible de la sociedad y la ONU subraya su relevancia como espacio privilegiado para la educación y el desarrollo de las personas. La familia proporciona un entorno de crecimiento, protección y seguridad. Sin embargo, cuando las relaciones familiares se tornan disfuncionales, deben activarse mecanismos de protección que garanticen el bienestar de los miembros más vulnerables, especialmente de los hijos menores.

En situaciones de crisis matrimonial, con los conflictos inevitables que acompañan a la ruptura de pareja, se debe procurar que el impacto sobre el día a día de los menores sea mínimo. Los hijos deben tener la oportunidad de mantener una relación equilibrada con ambos progenitores sin ser utilizados como instrumentos de disputa o ventaja entre ellos.

El vínculo con los hijos debería mantenerse al margen de su edad, sus necesidades o las circunstancias que enfrenten los progenitores como pareja. Es en el seno de la familia donde se inicia el desarrollo del individuo como ser social.

Los progenitores son los principales garantes de los derechos de sus hijos y tienen no solo la responsabilidad de velar por su bienestar, sino también el derecho y el deber de tomar decisiones en su nombre para asegurar su desarrollo integral, su educación, su seguridad, su salud y su moralidad. Pero cuando la pareja atraviesa un conflicto matrimonial y no es posible llegar a acuerdos respecto a la regulación de las relaciones con los hijos o la distribución de los bienes, se hace inevitable recurrir a la intervención judicial, delegando en el juez la responsabilidad de tomar decisiones que, de otro modo, corresponderían a los padres.

La ruptura conlleva un sufrimiento para todos los miembros de la familia, y la participación de los hijos en este proceso genera repercusiones significativas que deben ser tratadas con especial cuidado, protegiendo en todo momento el interés superior del menor y garantizando el respeto a sus derechos.

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